Los tres a final

 

PARTE 1

 

     Comienzo por el final, por el día de hoy en que me encontré entre la espada y la pared para decidir otra vez sobre el rumbo de mi vida. Soy Anastasia, pasé los treinta y cinco, tengo un hijo con el hombre que amaba y al que le dije que no cuando me propuso matrimonio; tengo un trabajo normal en el que cada mañana de 9 am a 18 pm dejo mi huella para que puedan calcular con exactitud mi sueldo trivial. Viajo mucho en transporte y hasta hoy, estaba de novia. A mi edad se le dice estar en pareja y es que de novia se está a los 15. De todos modos, no  continué de modo lineal con las costumbres y tampoco crucé el umbral al mundo menos maravilloso cuando se retira cupido.

Retomo a hoy, miércoles 27 de junio, otra tarde fría y lluviosa en la que tuve sesión con la fonoaudióloga en el centro, y para mis abuelos este tipo de actividades después de hora no tienen explicación cuando podría estar en casa, mirando una serie en Netflix. Lo habitual es que reciba un llamado de alguno  de mis amigos, cualquier día de la semana y que yo les diga que estoy en clase, o en el subte o yendo a alguna reunión equis con mis compañeros de la carrera equis. Ahora estoy preparándome para retomar las clases de canto. La sesión de hoy fue excelente, estoy limpiando cada vez más mis “s” que resonaban por demás. Vuelvo a la lluvia cuando salía de la fono. Estaba feliz por mi logro, salí sin terminar de abrigarme y al cruzar la puerta del edificio, sin pisar la vereda todavía, busqué mi gorro de lana en la cartera, los guantes y el paraguas, estaba vistiéndome, prácticamente, hasta que pude manipular con mi mano torpe el botón y gatillar el aparato para salir a la aventura acuática. En ese disparo que pudo asustar a algún transeúnte,  distinguí tres pares de zapatos alineados frente a mí: el calzado marrón de cuero, fino y con cordones de Hernán, las zapatillas camufladas Converse de Darío, y los abotinados de gamuza gris de Martín.
Qué pena que se estén mojando pensé.
Y bajé mi paraguas a lunares que cubría mi cabeza y pude mirarlos.
Hola dije con algo de sorpresa-alegría-preocupación.
Y del otro lado, los tres pares de ojos parecieron responder un “hola” tácito y húmedo.
Creo que mis actuales parejas se habían puesto de acuerdo para venir a buscarme.

(continuará...)

 


 

 

 

 

 

 

 

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