LOS TRES A FINAL (tercera parte)

 

PARTE 3

Mientras caliento café para Hernán, que yace tranquilo en el sillón, Martín tiene intacto su vaso con agua en la mesa, Darío mira fijo por la ventana como si maldijera  cada gota que se estampa en el vidrio, las mismas que empaparon su original chaqueta Londinense. Binky de mi lado, aguarda mis movimientos.

Bueno Ani, hablemos, decinos qué pasa rompe el silencio Hernán. Siempre admiré su practicidad, su manera de encarar los “problemas complejos” cuando me cuenta de su trabajo. Tiene poder de resolución y estima mucho su tiempo. Yo lo miro como si lo saludara especialmente solo a él. Tengo debilidad por Hernán, es el más antiguo y es quien estuvo en mis distintas versiones hasta llegar a la que soy hoy. Soportó mi confusión cuando quise y no quise una relación formal; me esperó cuando yo cancelaba el proceso y volvía como si no hubiera pasado nada. Sé también que me quitó de su agenda varias veces aunque en este momento estábamos dándonos una tercera chance.

Casi superponiéndose, Martín agregó.

Tengo una reunión en una hora y media y el tránsito está difícil, vayamos al grano. Además, esta situación me resulta incómoda Anastasia.

Binky tampoco estaba cómoda al parecer, el reclamo de Martín sonó un poco elevado y ella se adelantó como para recordarle que no es su casa, y se volvió a sentar a mis pies. Ahora recuerdo que mi perra no es para nada amorosa con Martín, y ella sabe que el sentimiento es mutuo. Con el tiempo entendí que Martín es "lógico", a todo lo que ocurre con las personas, él le encuentra el fundamento basado en la aplicación del pensamiento lógico. Muchas  veces se esmeró en  mostrarme cómo tal resultado era esperable porque la probabilidad de que pase A era de más de un 88 por ciento. Me resultaba impactante la explicación, por más que no tuviera noción de para qué me serviría. De él me gusta su prolijidad, algo que no se evidenció la noche de año nuevo que nos conocimos. Martín es quien me ordena, me hace establecer algunos límites necesarios para que el día a día sea más previsible. Por ello, es con el único que tenemos días fijos para vernos: los martes y sábados de por medio. 

¿Tenés reunión de docentes? le pregunto como siempre le he preguntado sobre sus cosas, con interés y con una curiosidad y dulzura que Hernán y Darío no han experimentado. Martín, alejado de su traje espacial, me responde como un hombre común, corriente y algo ofuscado.

Sí, tengo la reunión quincenal─ dijo sin siquiera mirarme.

Hernán se tomó su café, le preparé su favorito, negro, y se recuesta hacia atrás en el sillón, en el lugar que siempre se sentó para escucharme cantar y moverme sensual para él, en esas noches que nos divertíamos haciendo puestas en escena muy apasionadas. Tengo la impresión que no quiere perder lo conquistado hasta hoy.

Bueno, sí, hablemos  respondo decidida porque era hora de responsabilizarme por la situación. Permanecí parada, apoyada en la mesada de la cocina y no sabía bien dónde ubicarme para hablarles a los tres. Mientras pensaba, supuse que me vendría bien comer algo y busqué el recipiente que tiene un mix de frutas secas, y en el movimiento de estirarme para tomar el frasco, sentí una puntada en la espalda que como un latigazo, hizo que perdiera el equilibrio y que me tropezara, cayéndome lentamente, de costado. Darío fue el primero en ir a sostenerme mientras Binky emitía un fuerte ladrido. Los pocos segundos que estuve en el suelo, mantuve intactas las ganas de comer y de quedarme ahí a dormir, en el mismo momento.

─¿Alguno quiere picar algo?─ por si acaso pregunté. Aunque los 6 ojos dijeron un NO parejo y antipático. Logré rescatar el frasco e incorporarme con cierto encanto.

(continuará)



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