MAÑANA, MAYORMENTE SOLEADO

PASO UNO

-tercera parte-

Los viernes no me despierto antes de las diez, a menos que alguno de mis hermanos llame al teléfono del departamento. Mientras asimilo quién soy y qué día es, me desplazo hacia el living con la certeza de que el impaciente es Maxi, la novedad, decirme que hoy festejamos el cumpleaños de papá. Le dije que luego hablábamos, había algo que todavía no lograba descifrar. Volví a mi cama de la que ya había sido expulsado y me quedé en la insonoridad de mi mañana. Hoy era el día de nuestra relegada cita con Amelia y no parecía ser una buena opción  si después de estos siete aligerados meses, era yo el que fallaba. Me quedé unos minutos recostado antes de salir a fundar el día. Habrán sido unos tres minutos hasta que escuché el teléfono vibrar en la mesa de noche. Tal vez a Maximiliano no le bastaba con despertarme que tenía que asegurarse que todos estemos notificados haciendo extensiva la invitación en el grupo de hermanos. Nadie respondía nada. Tomé el teléfono para contestar algo pero era Amelia, saludándome. No era corriente que nos saludemos todos los días y su buen día :) me comprometió a no tener que responder un simple y poco creativo "Buenos días". Aunque respondí eso y abandoné ahora sí la cama para ir  a la ducha. Era extraño, ni tenía la ansiedad de un encuentro pero tampoco me daba lo mismo que sigamos en esta comodidad por haber pasado la fase de la seducción. Mientras preparaba algo para desayunar, un nuevo mensaje en el que me enviaba su dirección. Vivimos a veinte cuadras de diferencia. Esto ya lo habíamos vivido con entusiasmo en los primeros momentos. Pensé qué responder y solo pude lanzar un ¿Te llamo?

Estoy yendo a comprar lo que sin modestia Maxi me envió en una lista. Puedo adivinar que el afectado  itinerario va a cooperar para que olvide la pelea de la mañana con Amelia. Ni siquiera fue una discusión, solo entendí por su silencio, que quería hablar en otro momento y me deseó una linda noche con mi familia. Había llegado a contarme del pollo al horno que iba a preparar para nosotros, y que dudaba de la guarnición porque de eso dependía que el plato pueda ser sencillo o pueda apreciarse como sofisticado, siendo que la cocina no es una habilidad para ella. Me apenó el cambio de tono de su voz para hablar del pollo, al que usó para decir "hablamos luego". Siento algo por ella.

Tendría todo el derecho de retirarme cuando quisiera del festejo, que fue prácticamente llevado a cabo por mi: conseguí la torta que le gusta a papá, esa que tiene kilos de merengue y dulce de leche, traje las flores que me encargó mi madre, la variedad de vinos y espumantes, y la leña que se usó para que la carne se asara por casi tres horas. Me siento a gusto acá y lo estoy disfrutando.

El cumpleaños feliz se precipitó porque mi padre tenía ganas de irse a dormir. Ayudamos a mamá con la casa y nos despedimos en la puerta con mis hermanos, algunos cargaban a sus hijos dormidos, otros volvían a llenar el baúl del auto con los mismos bártulos que habían sacado y yo, sin más remedio que traer un par de botellas sin abrir,  subí a mi coche frío, tras un adelantado rocío. Permanecí unos minutos más en la puerta, solo, mientras me aclimataba y buscaba mi teléfono para llamar a Amelia. Era la una de la madrugada, podía estar totalmente dormida, o completamente despierta haciendo algo. No la llamé.

Al cabo de media hora después me decidí a llamarla desde la puerta de su casa, en el mensaje de la mañana se ve que olvidó poner su número de departamento. El teléfono sonó una vez hasta que se disparó su contestador. No dudé, esperé menos de un minuto y volví a marcar. Antes de escuchar nuevamente el mensaje automático, Amelia atendió. 

─¿Tomás? ─entre algo de sorpresa o quizás sueño, y sin llamarme "Tomi".

─Estoy abajo ─respondí rápidamente para no hacer más enigmático el asunto.

El tiempo que iría a demorarse en bajar para abrirme, fueron los minutos más lindos desde que conocí a Amelia.