MAÑANA, MAYORMENTE SOLEADO
PASO UNO
-segunda parte-
Llego con poco descanso a este jueves, mi último día laboral de la semana. Algunos envidian que los viernes no trabaje, y otros, no comprenden que en "mis viernes" solo ansíe llegar a casa para destapar una cerveza y mirar alguna película, muchas veces, una vieja de los años noventa. No siento insatisfacción por no estar con una mujer con quien compartir ratos como estos, aunque de manera intermitente, continúo en diálogo con Amelia. Ella parece nunca haberse enterado que faltó a nuestra cita y tampoco quise tomar revancha dejando de hablarle. A decir verdad, no me sentí mal aquella noche, lo único que cambió es que ahora el clima es agresivo e impiadoso, por citar al invierno, y ya que lejos quedó aquel enero sofocante. Por esto mismo, hoy es el cuarto jueves que voy a abrirme un vino y esta acción se está convirtiendo en mi nuevo culto.
Termino de contestar unos correos que me están encegueciendo desde la bandeja de entrada y me retiro del edificio, en donde antes de descender del piso 13, ficho con mi pulgar la hora de salida, siempre en horarios diferentes y posteriores a las dieciocho. Pocas veces encuentro a otros trabajando hasta esta hora y de todas maneras, las personas aquí no son más que presencias anónimas que trabajan en cosas similares a la mía y para la misma firma: el plástico más famoso en el mundo.
Aprovecho que bajo con alguien en el ascensor para sacar mi teléfono y ver qué sucedió en las últimas cuatro horas de mi ocupada vida. Hay un audio de un minuto dieciséis de Amelia, entre otra variedad de íconos que más tarde develaré. Solo quiero sentarme en el auto para escucharla.
Llegué a casa sin abrir el mensaje aún. No se trata de mostrar antipatía, en el camino preferí disfrutar el viaje con lo último de Chris Martin. Los anhelados jueves son los únicos días que voy al trabajo con el auto, para sentir que el conducir en ciudad es una experiencia que vale la pena.
Sigo demorándome con el mensaje. Preparo algo para acompañar con mi vino y pienso que no sé bien por qué seguimos hablando con Amelia. Lo que conocí de ella en estos acompasados seis meses me atrae, me seduce. Sé los inicios de sus historias, los conflictos en algunas de sus experiencias pero no conozco ningún final, y ni sé cómo son los desenlaces de todos esos relatos que se apasiona en contarme. El tiempo con ella quedó detenido, no hay una ansiedad de mañana; se nos volvió habitual no pensar en conocernos y tal vez esto sea lo que nos mantiene en relación.
Voy a picar un poco de queso, jamón y un rico pan. Destapo la botella y me echo en el sillón. Una voz colorida y próxima al sueño nocturno, me sugiere que podría ir este viernes a su casa a cenar. Lo que más disfruté de su audio, es que se las arregló para contarme también en ese largo minuto, sobre sus clases de escultura.
Puede que mañana sea un buen día para conocer a Amelia.
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