MAÑANA, MAYORMENTE SOLEADO
EN TUS MANOS
(SEGUNDA PARTE)
Cada tanto, yo hacía algún sutil ruido como para que supieran que estaba con algo en la cocina. Me resultaba asombroso intentar escuchar la charla que mantenía la abuela con su profesor. Se los veía muy conectados con lo suyo, ella, con movimientos de su cuerpo que yo nunca había visto y hasta su voz, estaba diferente. Él, de lo más a gusto contándole algo que no llegué a entender pero parecía un tema de su trabajo. Parado de espaldas a mí, sin que ellos lo advirtieran, su modo de hablar se convirtió en una cautivante actividad, que no quería abandonar.
Entre risas e intensos gestos, sacó de un lugar que no distinguí pero que imagino sería de su mochila, un aparatito. Podía ser algo que necesitara para controlar el ritmo cardíaco de la abuela, por qué no. Aunque de inmediato, con su teléfono en mano y ante el alboroto de mi abuela suplicándole una canción, se empezó a escuchar una música estilo salsa o similar. Retrocedí unos pasos y me encerré en la cocina. Sentí vergüenza de mí. ¿Qué debía pensar, o decir?
Puse agua y me preparé un café. Encendí la tele viejita que tenemos con la abuela en la cocina, esa que solo prendemos cuando preparamos juntas la comida y ella quiere escuchar alguna noticia.
Y así me quedé, mirando algo mientras tomaba mi café. Del comedor, la salsa, las risas y los movimientos acompasados, se hacían oír, con ganas.
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