Búsquedas (parte 3)

III
Si me hubiera recibido en esa universidad, y él se hubiese ido a vivir a Australia a los 26 con su prometida, esta secuencia nunca habría existido.
Pero todavía permanecía inmóvil y no quería especular sobre el porqué de su aparición, a 356 kilómetros de Buenos Aires. ¿Vendría solo a verme? ¿Era también viudo? ¿Su hijo lo había convertido en abuelo?
Algo tenía que suceder de inmediato así que dejé que pase. Además, el café ya estaba listo.
-¿En qué estábamos?- dije ahora como saludándolo de verdad.
-Estábamos en que no nos dimos un abrazo todavía- contestó (tan él).
Y hubiera sido una picardía que intentara manejar mis movimientos, y entonces nos fuimos acercando. Ariel nunca había dejado de sonreír y eso me alborotaba. Y fue quien primero tomó impulso con sus manos. Me tomó por encima de los hombros y me envolvió con sus brazos y yo, a la altura de su cuello, podía oler su piel a través de la camisa. Sentí nuestro calor hasta que respirar, tan agitados, sucedió al mismo tiempo. Estar tan cerca otra vez era como volver al cálido hogar en el que nacía mi vida. Él fue más arriesgado y con una mano acarició mi pelo mientras yo descansaba mi lado izquierdo sobre su pecho. Olió mi pelo como si no le hubiera sido suficiente el ruido de nuestra respiración. Hasta que el momento de mirarnos, no pensé, fue lo más difícil para mí. Había algo nuevo en sus ojos, me parecieron más marrones que lo que creía recordar. Aunque tampoco estaba recordando lo que se sentía mirar a un hombre con deseo y bastante amor.
Opté por asumir que este no era un momento especial, sino que era el intervalo entre mi soledad tras la muerte de Gerardo y mi soledad por regresar al país. Y Ariel, tal vez, solo quisiera recordar cuando me fui de Argentina sin que me importe, según su versión, que nos amábamos tanto.
Vi el relato de su versión en sus ojos, pero supe calcular que ya había pasado mucho tiempo.
-¿A qué viniste? -pregunté en ON para resolver la maraña de pensamientos.
Y solo se tomó tres segundos, que contabilicé, para responderme.
-A cumplir nuestra promesa, Tania, tal como lo dijimos para esta fecha.
Y ahora mi emoción era más parecida al miedo.
Cómo no imaginé que esto algún día iba a pasar...

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