Lo fácil de escribir

Estoy asumiendo que las mañanas solo me son de utilidad si me quedo a escribir. Soy capaz de romper cualquier cosa que agarro con las manos; ya al momento de salir de la cama seguro choqué con algo en el suelo. Digamos que lo que tomo en la mano, pava del agua, paquete de yerba, pasta de dientes, cepillo de dientes, en fin, todo, siempre, primero se cae. Es así. No me daba cuenta antes y no es porque arranco muy dormida, simplemente porque durante el resto del día vuelve a ocurrir y ya descubrí que mis manos (pequeñas, me lo han hecho saber) nunca sujetan con fuerza, ni aprietan, diría que me da miedo el momento de hacer un huevo revuelto tan temprano, y no digo alzar un bebé porque ya tuve uno (el instinto es el instinto).
Y ya que solo puedo sentarme a escribir tan temprano, cuando no estoy yendo a mi trabajo, recordé que hace bastante no dejaba una señal por acá. 
Cuando estoy enamorada hay menos producción en este blog. Y eso que es tan fácil prender una computadora y abrir las plantillas y programas de escritura. Hoy pensaba en los escritores anteriores a esta tecnología; digo Cortázar o Benedetti (mis preferidos cuando me interesó la escritura) e imagino que solo necesitaban su máquina y unas cuantas hojas para empezar. Suponemos que lo malo era intentar no fallar tanto, pero lo bueno de la máquina de escribir es que solo se necesitaba que esté, con tinta, fin. Sin dependencia de la electricidad, ni las demoras por una actualización de programa. Había una sincronía entre el que la ejecutaba y ella, que solo obedecía (similar a un instrumento de música)y se establecía esa relación. Estos ordenadores tienen su propia "vida" y-si-quieren, pueden hacer que consigas escribir.
No pensaba ir corriendo a buscar mi máquina de escribir Olivetti, que está, supongo, en el galpón de las casa de mis padres, pero tengo muchos recuerdos de haberla disfrutado. ¡Andaban todas las teclas! A pesar que mi papá la trajo como usada de su trabajo en Fabricaciones Militares. Deduzco que se la habían regalado antes de tirarla, cuando hicieron una renovación como sucede en cualquier oficina. Lo bueno es que él pensó en mi, y no se equivocó.


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