MAÑANA, MAYORMENTE SOLEADO
PASO UNO
-cuarta-
Me siento cómodo porque no era esperado. Amelia tuvo que hacer lugar en una silla para que me sentara. Le entregué una botella de vino y ese fue el primer contacto que tuvieron nuestras manos. Me agradeció y ni me consultó si quería que lo destapemos ahí mismo. Lo hizo. Mientras, se inclinó a buscar algo en los muebles que no encontraba. Miré el bretel de su ropa interior que aparecía desde un escote más amplio de su sweater color fucsia. No puedo decir si esta era ropa de calle o era una prenda que usa para dormir, porque un pantalón gris, poco llamativo, abrigaba disimuladamente sus pequeñas piernas. Es más bajita de lo que creía aunque no tendría porqué haberlo sabido. No hablábamos nada aún. El ruido del agua de la canilla con el que enjuagaba las dos copas ayudó a que tuviéramos que esperar para decirnos algo. Volvió hacia mí, apoyó la cristalería y me pidió que le alcance una servilleta que había quedado en el respaldo de mi silla. Giré obsecuentemente y se la entregué, mirándola con indiscreción a los ojos. Volvió a agradecerme y bajó la vista para terminar su tarea de servirnos el vino. Tampoco había descubierto sus hoyuelos en las mejillas cuando se sonríe. Su pelo es también más oscuro y ondeado y sus movimientos parecen más apaciguados que los de la mujer dinámica que creí conocer.
─¿Cómo estás? ─le pregunté, aunque no era lo que quería decirle. Hubiera empezado con un "qué hermosa eres" pero no adivinaba qué podría pasar.
─Sorprendida y con sueño ─respondió sin esconderme nada.
No pude hacer otra cosa que reír. Permaneció parada y acercó su vino al mío para brindar.
─Perdón por faltar a la cita ─me sorprendió con ese cumplido que tardé en incorporar.
─Perdón también por faltar a la cita ─contesté para comprobar su humor.
Abandoné la duda y me puse de pie para beber con ella. Creo que un aroma dulce emanaba de su pelo o podía ser de su piel, y lo primero que pensé fue por qué habíamos dejado que pase el tiempo.
Nos besamos como si hubiéramos sabido que en ello radicaba nuestro éxito; como si hubiésemos extrañado lo que se siente besar de ese modo.
Ahora, no recuerdo cómo fue que nos conocimos con Amelia.
FIN
Comentarios
Publicar un comentario