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IV

Pienso que no podría describir con palabras y menos en una frase, cuál era la promesa que hizo, o que hicimos. De todos modos, presumo que no es oportuna.
Despegarnos del abrazo fue sencillo. Luego de que él jugara a la intriga, ya se podía leer en mis movimientos que nunca me gustaron los enigmas. Lo invité a beber el deseado café. Eligió la barra para sentarse, no era una opción ir a una mesa y perderse ningún detalle de mi obra. Ocupé mi puesto detrás del tablón y gané confianza como para indagar mientras recuperaba mi espontaneidad.
-¿Cuántos días vas a estar?
Mi pregunta lo sorprendió con la mirada en mis manos y sin decoro, respondió.
-No tengo fecha de regreso.
Y su sonrisa la percibí como la primer provocación de las que conjeturé, vendrían después.
Arrimé las tazas con el humeante café y decidí permanecer parada sobre mis botinetas texanas que ahora se fijaban al suelo para continuar con alguna ansiedad la charla.
-¿Dónde vas a alojarte?
Ariel tomó su taza, la llevó hacia su nariz experta en detectar aromas de la buena vida y cerró sus ojos como si se hubiera transportado al paraíso. Su letargo incomodó a mi debilitada entereza hasta que respondió.
-Exquisito, soberbio.
Y me miró para seguir sonriendo y completar.
-Estoy hospedándome en Las maganolias.
-Excelente restaurante y bodega -sentencié, para asegurarle que estaba de acuerdo con la elección, aunque con la leve distancia del bar, también-.
-Helena es una mujer muy organizada, y ya te debe haber seducido con el menú de esta semana...
Nos reímos espontáneamente, como si lo viniéramos necesitando. Tomé un sorbo del café, que definitivamente estaba rico.
-Tania...
Ese llamado me congeló la sangre, y después de todo, era momento de saber.
-Quiero comenzar una inversión en el pueblo, voy a trabajar con mi gente en un emprendimiento inmobiliario y vos también sos parte ¿recordás?
Y antes que yo pueda decir algo, continuó.
-Podemos retomar esta idea, podemos pasar varias noches charlando sobre este sueño. Solo quiero irme hoy con la confirmación de si estás de acuerdo y si es también lo que querés.

Claro que recordaba ahora el porqué de su llegada, el propósito que lo movió quién sabe desde dónde para hacer realidad un sueño. El sueño que los dos habíamos ideado hace poco más de 20 años. Y solo me animé a decir.
-Volvé cualquier otra noche de estas, cuando esté cerrado el bar.
Por dentro deseaba que esa noche se demore o que no me tome al pie de la letra lo que le ofrecía, pero la invitación ya estaba hecha.





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