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primera parte Se presentaba como una mañana más, una mañana habitual en mis días en los que me encuentro a solas en el bar, por abrir las ventanas y ver las primeras luces del sol. Ya había encendido la radio (no he cambiado tanto mis hábitos estos últimos siete años) y se precipitaban las noticias mientras echaba un vistazo general por todo el local. En este lugar convergen todos mis gustos, todas mis características y detalles que mejor me definen: luz natural y rincones con lámparas que iluminan con calidez y sensualidad; cuadros con océanos; con faros, con horizontes, con flores de algún artista de cualquier rincón del mundo que siempre encuentro cuando viajo. El único cuadro que no es pintura y sí una reproducción original, es el de La Gioconda , esa diosa que vigila desde la barra a todo el que la mire con intriga. Y la barra, ese universo de toda mi creación, el espacio que me conecta y desconecta con el mundo cuando me siento a escribir, (hay otros lugares específicos don